viernes, 18 de septiembre de 2015

Bridezilla Bashing

Buenas de nuevo, sáuridas mías.

¡Por fin hemos salido de la temporada de verano! Con sus niños gritones que corren alrededor de las piscinas, sus críos de las palas en la playa, las mamás y papás que le gritan al socorrista porque el crío se ha hecho una brecha haciendo el burro, los churretes de helado, los alemanes cangrejiles, las británicas enjoyadas en las terrazas y las toneladas (TONELADAS) de curro que me han mantenido alejada de mi querida prole de Damas de Horror.

Workers gonna work
Vamos a lo que vamos... ¡BODA!

Veranito, calor y aplatanamiento no le vienen bien a ningún planning, así que hemos avanzado (algo, más bien poco). Momzilla dice que "el año no empieza en enero, sino en septiembre" y hay que hacerle caso a Momzilla. La verdad es que esta semana por fin firmaremos el contrato con la Wedding Planner. Ayer me hizo soltar un par de lagrimitas sáuridas porque me dijo que estaba muy entusiasmada con nuestra boda... y que tenía ideas muy chulas, nos comentó un par y me dio de lleno en la patata.

Momzilla siempre tiene la razón... hasta que Bridezilla se impone
La semana pasada fuimos a visitar el sitio de la boda-de-aquí. Un antiguo monasterio, reconvertido después en dependencias militares, y más tarde en museo. Está cerrado hace años, aunque desde el exterior en las ventanas se ven maquetas de barcos la mar de majas. La antigua capilla se conserva como sala multifuncional, y se usa principalmente para conciertos de piano.

Así que allí nos hallamos, con un amigo que es concejal del ayuntamiento y con un manojo de llaves enormes. Respiramos hondo y entramos.
La puerta principal, de madera y de doble hoja, da a un patio interior asimétrico. Entramos en el recibidor del museo, ya que estaban las luces encendidas, y nuestro amigo las apagó. Salimos al mirador sobre el mar, ya que el monasterio está construido en un acantilado, y después fuimos a la entrada de la capilla. Todo está bastante descuidado por la parte del mirador, con plantas de ajos completamente secos y maleza, pero no se ve desde la zona que usaremos porque las separa un muro de piedra con una recoleta arcada de medio punto.
Sí, ajos. Como para espantar a las brujas, los vampiros o los hipsters.

Vade retro
La antigua capilla está muy bien, completamente vacía pero con filas de sillas que podemos usar. Me encanta porque está desnuda y se pueden idear muchas cosas para decorar... el callo de organización y decoración de eventos en ese momento se puso a zumbar como el whatsapp de una quinceañera. El techo es de madera pero tiene secciones de metacrilato por las que se ve el cielo. Las paredes tienen algunos alféizares, huecos hechos por el tiempo, ganchos clavados hace centurias... ideales para velas o farolillos. Desde la capilla y por una puerta muy estrecha se puede salir a una sala donde hay un mirador y quizá se puedan hacer algunas fotos ese día.

Mucho polvo, eso sí, y dos cuadros de santos que reconocí al instante, pero que no me molestan para nada. Viva la hagiografía. El de Santa Catalina es especialmente terrible pero, como digo, me gusta porque es un icono pintado de una forma muy naïf.

Yo quisiera un Godzilla del Sagrado Corazón, pero qué le vamos a hacer...
Hay algunos puntos negativos, sin embargo. El tema de la limpieza, que tenemos que llevarla a cabo nosotros... yo estaré currando para ese entonces, y hay que pringar a la familia. El gigantesco piano de cola que hay al fondo de la capilla, que debería desplazarse (aunque no creo que sea posible, pues el suelo de fuera es de piedras irregulares y se desafinaría) o convertirlo en una forzada pieza central de decoración. Además este monasterio está en lo alto de un barrio pescador al que hay que subir andando. No se pueden subir coches, nuh, nuh... todos para arriba a pata.

Vamos... que no es San Juan de Gaztelugatxe, pero quizá sea buena idea no llevar mucho tacón. For if the flies.
Pero lo peor no es eso. Oh no, queridas sáuridas. Aún queda un punto negativo que os va a erizar los pezoncillos bajo las escamas.

Vírgen de las bragas vueltas, que hay más
Plantadito en un lateral del patio del monasterio, del pequeño patio asimétrico, con unas medidas similares a un toro bravo, blanqueado a brochazos y con una paleta de colores de lo más surtido y brillantoso de Titanlux, hay un megarrelieve, arrancado de otro edificio, del pterodáctilo quemao que todos conocéis. Con su yugo, sus flechas, su pergamino y su tó. De dos por dos y en colorines.



Lo primero que pensé nada más ver ese lagarto quemao con plumas sobre la elección del sitio para la boda fue...


Por ponerlo en pocas palabras y sin usar insultos. Vamos, que Granzilla entra en ese patio y le da un patatús instantáneo.
Groomzilla me jura y perjura que se puede tapar. Sí, siempre se puede tapar con una tela grande, pero tengo miedo del típico GRACIOSO que va a la boda y a quien le da por mirar debajo, o incluso que sabe que eso está ahí y se hace el selfie imbécil del día. Sólo de pensarlo se me revuelven las tripas...

Así que lo más seguro sea que lo embalemos. En plan, a lo bestia. Papel a cholón, cinta americana, cartón, y hacerle una estructura exterior en blanco con algún material que lo deje completamente cubierto. Yo le metería una buena carga de TNT, o Goma 2, o una buena bomba lapa, con unos pocos fuegos artificiales en la parte superior, para que al salir los novios le prendamos fuego desde fuera y hala, a disfrutar de la justicia.

What a wonderful world it would be
Así que tapándolo lo podemos convertir en un bonito mural expositor sobre el amor, la tolerancia, el respeto y demás ideas de LIBERTAD.

Aunque sea por un rato, lo convertiremos en algo hermoso. Algo que lo entierre en la oscuridad, el ostracismo y el olvido... al menos, hasta el final de la boda.

Merecerá la pena, así visto.